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Mansión

Parte I

​D-2

En otra oportunidad, fui escogido para ser parte de los que trabajaban en el “D2” (Departamento de Informaciones de la Policía de Córdoba). Allí se llevaba a cualquier persona que significara un peligro ideológico para nuestro país. Había oído hablar de él en varias ocasiones, se decía que se oían los gritos de los detenidos a kilómetros, pero, como era un lugar alejado de los grandes centros urbanos, nadie escuchaba ni sabía nada.

Tuve miedo de decir que no quería ser parte de la labor que me había sido encomendada, aunque me angustiaba la idea de ser tildado como “vende patria”. Mi cabeza estaba ocupada en eso todo el día. Salí a caminar en varias oportunidades, pero nada me tranquilizaba. Hasta que decidí acceder al trabajo, sin saber lo que me esperaba.

Recuerdo perfectamente mi primer día en ese espantoso lugar, al entrar sentí como mi cuerpo se paralizaba antes de que un escalofrío me consumiera; ¿habrán sido las almas en pena? No tenía idea, solo sabía que quería irme, para ya jamás regresar.

Trajeron al primer “zurdo” para “acomodarle” las ideas. El oficial al mando me informó que tenía a Fabián Urtubey, un defensor de los pensamientos comunistas que se encargaba de armar revueltas en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba; allí daba clases de filosofía y, durante los años de dictadura, se veía privado de ejercer su trabajo. Un día se cansó de ello y decidió comenzar haciendo huelgas en la puerta de la academia, hasta que fué capturado.

Cuando le quitaron la bolsa de la cabeza, mis pupilas crecieron exponencialmente, ese revoltoso resultó ser “El Pájaro”, el mejor pateador de tiro libre que tuvimos en el club del barrio “K-K Cairo” Categoría 4ta. Nunca ví un jugador con tanta magia en los pies y una sonrisa brillando en su rostro con cada acercamiento que tenía a la pelota. Pero ahora, notaba una persona de ojos sombríos, mirada aterrada y no había mueca ni rastro alguno de su radiante sonrisa.

En eso se basaba la regla número tres, reprimir a toda persona de un partido político diferente; no importaba si era un familiar, tu vecino o tu mejor amigo de la infancia con quien hacías ring-raje camino a casa.

Me dijeron que querían nombres de los que participaron y ayudaron en la revuelta. Se sabe que en un lugar como ese la información no se obtenía de manera pacífica.

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