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libro abierto

LIBROS PROHIBIDOS

En el cuartel nos obligaban a quemar los "Libros Prohibidos", esa era la segunda regla. No me sentía cómodo ni preparado para eso, en la escuela militar no te alistaban para dejar a todo un país despojado de ciertos textos.

Un jueves de 1981 tuvimos la misión de invadir una residencia, allí se encontraba una mujer leyéndole a su niña. Recordé de manera muy cálida a mi hijo, pero ese pensamiento se desvaneció cuando mis compañeros agarraron todos los libros de la casa y comenzaron a quemarlos en el jardín. Se decía que era porque no respetaban la patria, pero los ojos de aquella criatura me hacían dudar. Cómo esa ternura podía ser una amenaza.

Seguía sin sentirme a gusto, necesitaba otra pipa, seguro eso me calmaría y me haría pensar igual que mis colegas y generales.

Entre las llamas, solo sobrevivió una hoja,  una página de la historia que la mujer leía antes de que interrumpiésemos. Decidí guardarla, no sé por qué lo hice, fue inconsciente. 

En ella, una indígena contaba  la llegada de los españoles en América:

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Como caídos del cielo vimos llegar bestias gigantes que se acercaban rápidamente a Kamutui.

Como caídos del cielo se aproximaron y en mi tribu todos se prepararon. A los kukuus se los escondió, así también como animales y madres, mientras que las demás elas se alistaban.

Como caídos del cielo se acercaban y en mi tierra no dejaba de escucharse a iathna, mientras corríamos a la costa con nuestras armas.

Como caídos del cielo el mar los acercó y de esas bestias salieron muchos curts, pero desteñidos. 

Quedé impactada, eran como yo, piernas, cara, brazos, pero… Diferentes, claritos, como cuando mirás el sol, cerrás los ojos y ves manchas blancas entre la oscuridad.

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Glosario

  • Kukuu: niño-pequeño

  • Ela: mujer-chica-jovencita

  • Cuts: hombre-chico-joven-varón

  • Iathna: Llamado característico de los Kamutuis

Al leerlo me sentí como un colonizador: destruía, era violento y causaba terror. El estar obligado no cuenta como justificativo, pero así lo era, no quería morir, no quería ver a toda mi familia arruinada y para ello debía seguir; aunque esté en contra de todo lo que implique la represión de la libertad. Me sentía entre la espada y la pared, el dilema era salvar a mi familia o seguir mis valores.

El peor momento para mí fue ver cómo se las llevaban, madre e hija, separadas, divididas, sabía lo que les pasaría, a donde irían, pero no tuve valor para detenerlos. VIVIRÍAN UNA ODISEA, pero a comparación de los cuentos de hadas, NUNCA REGRESARÍAN.

En esta oportunidad necesité más de una pipa para tranquilizarme.

 

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